Es una gran tragedia perder la vista, pero más trágico aún podría ser perderla cuando es una herramienta para expresar sobre ásperos lienzos una luminosidad que transforma lo visto en visión. Por eso algunos grandes maestros del arte como Edgar Degas, Claude Monet y Antoni Tapies son algunos ejemplos que sufrieron con mayor intensidad sus problemas visuales. Tapies incluso reniega de su obra tras graduarse la vista.
Edgar Degas se lamenta en una carta a su amigo James Tissot: “Qué cosas más hermosas podría haber hecho, y rápidamente, si la luz brillante del día fuera menos intolerable para mí. Ir a Louisiana para abrir los ojos de uno, no puedo hacerlo. Pero todavía los mantenía lo suficientemente medio abiertos para ver hasta saciarme.” (18.II.1873)
Degas declaraba a James Tisson que después de dolerle en los ojos el reflejo de la luz brillante del sol, se pasaba las semanas de recuperación: “temblando todo el tiempo por si permaeciera así” (30.IX.1871, París). Él sufría de retinopatía desde los 36 años, pero ¿cuántos de los que la padecen se dan cuenta de su problema?
Se preocupaba mucho Degas de quedar ciego y escribía: “A veces siento un estremecimiento de horror” (1873), “Mis ojos están muy mal. El oculista… me ha dejado trabajar sólo un poco hasta que envíe mis cuadros. Lo hago con mucha dificultad y la mayor tristeza” (1874).
En 1891, a los 57 años, ya no podía leer y le escribe a su amigo Evariste de Valernes: “¡Ah! ¡La vista! ¡La vista! ¡La vista!… la dificultad de ver me deja entumecido”. (6.VII.1891). No podía distinguir los colores y les tenía que preguntar a sus modelos los colores que usaba. No podía tolerar las luces brillantes y por eso no pintaba al aire libre.
Lo único que los oftalmólogos de su tiempo pudieron hacer por él fue darle lentes que limitaran la luz que llegara a su ojo derecho, que estaba permanentemente dañado. Así a algunos de los que están en pecado mortal les parece más cómodo evitar la Luz del Señor, aunque les deprive de la verdadera libertad.
Lo único que los oftalmólogos de su tiempo pudieron hacer por él fue darle lentes que limitaran la luz que llegara a su ojo derecho, que estaba permanentemente dañado. Así a algunos de los que están en pecado mortal les parece más cómodo evitar la Luz del Señor, aunque les deprive de la verdadera libertad.
Claude Monet (París, 1840 - Giverny, 1926), es uno de los pintores que crean y definen al impresionismo, movimiento al que guardará fidelidad toda su vida y que consistía básicamente en practicar una pintura sensitiva, imprecisa y luminosa, que huye de la línea y del volumen para centrarse en la apariencia que dan a las cosas el color y la luz. El pintor, muy longevo, padeció sus últimos años un déficit visual por cataratas del que son testimonio ilustrativo estas pinturas del puente japonés construido en su jardín del pueblecito de Giverny, sobre el estanque repleto de nenúfares que va a ser uno de sus motivos de inspiración principales.
En 1912, a los 72 años, se le diagnostican las cataratas pero los oculistas aconsejan esperar a que se desarrollen completamente. Con los años la pérdida visual va impidiendo al pintor captar bien los matices, las notas de color quedan fuera de tono y los cuadros se hacen cada vez más oscuros, pero Monet continúa pintando y se adapta a su nueva situación trabajando con la luz tenue del crepúsculo para mantener cierto sentido del color.
El puente japones (con Cataratas, 1922)
En 1922, 10 años más tarde, la agudeza visual había descendido a 1/10 en el ojo derecho y a simple percepción luminosa en el izquierdo, por lo que se programó una cirugía de la catarata de su ojo derecho. La intervención fue realizada por el Dr. Charles Coutela en 2 fases en enero de 1923: primero practicó una iridectomía y 3 semanas después una extracción extracapsular con aspiración de masas que se complicó, requiriendo una tercera operación para la sección de una membrana. El pintor tardó tiempo en percibir bien los colores y nunca aceptó operar el ojo izquierdo, pero volvió a trabajar de lleno con su gafa de afaquia entrando, según sus propias palabras, en una segunda juventud hasta su muerte. Al contrario que en la catarata, donde el cristalino opacificado dificulta la absorción de las pequeñas longitudes de onda, en la afaquia existe una discromatopsia que potencia el espectro azul produciendo una percepción azulada llamada cianopsia, como bien podemos apreciar en el último cuadro del puente japonés
El puente japones (con Afaquia, 1922)
Hacía más de cuarenta años que el artista catalán Antoni Tàpies no acudía al oculista para graduarse las gafas. Durante todo este tiempo ha estado trabajando con normalidad, pero al mejorar su visión ha quedado estupefacto con los cuadros que ha estado pintando en las últimas décadas. “Yo pensaba que hacía cosas bonitas, como muy difuminadas, lo típico para poner encima del sofá. Y ahora veo que llevo toda mi puta vida pintando rayotes y cosas mal hechas sin ningún sentido. ¿Por qué nadie me avisó?” dijo Tàpies, encolerizado, durante la rueda de prensa que convocó ayer por la tarde para anunciar que se retira del arte.
En la rueda de prensa explicó que, al recibir su nuevo par de gafas, se plantó delante de uno de sus cuadros más emblemáticos, “Oda a Catalunya 5″ (en la foto). Al verlo no lo reconoció: “Yo pensaba que ese cuadro era bonito porque parecía un campo de amapolas o una puesta de sol y lo que me encuentro son las huellas de sangre que ha dejado un zombi aporreando una ventana”.
Mientras confesaba lo que sintió al comprobar que había desperdiciado su vida pintando “sin ver tres en un burro”, el artista iba atacando a los que se dedicaron a encumbrar su obra y a gestionar la fundación que lleva su nombre. “¿A quién narices se le ocurrió poner todos esos alambres en lo alto del edificio de mi fundación? Yo pensaba que eran antenas de televisión. Y ya me extrañaba, porque no hay un sólo aparato de televisión en todo el edificio. Antes me daba igual porque no veía un pijo, pero ahora es otra cosa, quiero ver la tele y, si esos hierros no reciben la TDT, que los quiten”. Tàpies, ya sin atender a razones y sumido en una espiral de berrinches, anunció que sustituirá todos los cuadros de su fundación por pantallas de plasma.
El pintor acusa a sus representantes de haberle “comido la cabeza” durante años para que “siguiera pintando y haciendo el ridículo” y así, mientras él pensaba que sus cuadros eran manchas bonitas, se lucraban todos sus allegados. “He sido una marioneta todo este tiempo. Una marioneta ciega encadenada a un pincel y a lienzos enormes”, ha confesado con un hilo de voz al final de la rueda de prensa. Luego se ha puesto a llorar y se le han caído las gafas. Sus representantes se lo han llevado de allí antes de que pudiera encontrarlas.
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